CONMEMORACION
DEL NATALICIO DE UN ILUSTRE
NORTESANTANDEREANO
1882 - 1960
El próximo 29 de febrero del 2.016, el doctor Ramón
David Peñaranda Torrado cumple solo
134 años de nacimiento, pero cumplirá muchos siglos más mientras lo sigan
recordando por su bella y fructífera existencia todos aquellos que lo lleven en
el alma por la unión de la sangre y el vigor del afecto y la gratitud.
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amón David Peñaranda Torrado nació
el 29 de febrero de 1882 en el municipio
de Ábrego, Norte de Santander, cuando aún se llamaba La Cruz. Él festejaba sus
cumpleaños cada cuatro años por haber nacido en un año bisiesto. Era un
ilustre hombre de negocios, médico, legendario dirigente cívico y político de
su tierra natal. Era el mayor de una
familia de siete hermanos: Carlos María, Pablo Emilio, Rozo, Víctor Manuel,
Soledad y Prudencia. Desde niño fue muy
hiperactivo pues sus padres Zoilo Domingo Peñaranda y Elda Torrado solían ir a
la escuela a preguntar al profesor Ramón Páez cómo iban sus hijos y el maestro la
mayoría de las veces contestaba: “Todos
son muy juiciosos, muy aplicados, pero el mayor, Ramón David, no deja hacer bien
la clase porque termina muy rápido las tareas y no hace sino preguntar y
preguntar, todo lo quiere saber”.
En
su niñez, a sus primeros diez años, inicia prestando el servicio de monaguillo
en la pequeña iglesia que tenía el pueblo.
A los dieciocho, cuando apenas cumplía su mayoría de edad, presta su
servicio como tesorero en la construcción de la parroquia Santa Bárbara del
mismo municipio y fue allí que por su amor a la lectura y el interés por su
autoformación se benefició de la donación de unos libros de medicina que
guardaba en un baúl el párroco de esa época, el padre Alberto Jaime, que los
había traído del exterior. Ramón David
devoraba esos libros día tras día, permitiéndose adquirir sabiduría en varios
temas relacionados como fue la de atención de consulta general y procedimientos
quirúrgicos.
A
sus veinticinco años empezó a practicar los conocimientos adquiridos de la
ilustre ciencia. Para obtener destreza practicaba cirugías en animales, para
así estar seguro de cumplirles con profesionalismo a los pacientes de su querido pueblo, en vista de que Ábrego adolecía
de un profesional en esta rama, por lo cual sus habitantes debían trasladarse a
la ciudad de Ocaña a lomo de mula en busca de atención médica. Llegó a ser el medico más acertado de toda la
provincia entre los años de 1920 y 1960, dejando un legado a sus descendientes
no solo en la medicina sino también en la política y en el comercio.
Su
hijo don Miguel Ángel Peñaranda Ordúz fue farmaceuta licenciado por el
Ministerio de Salud. En la Farmacia y Droguería Fátima de su propiedad, anteriormente
llamada Droguería Humanitaria, despachaba las formulas del médico Ramón David,
su padre. Miguel Ángel contrajo
matrimonio con Edith Peñaranda, hija de don Ulpiano Peñaranda, líder,
hacendado, hombre de negocios y dirigente político en Villacaro, Norte de
Santander. Edita - como solían decirle sus amigas, pero
especialmente su amiga del alma Graciela Rizo, su cuasi hermana - , fue una
ardorosa y fogosa líder política, seguidora sin tregua de su primo Lucio Pabón
Núñez.
El
nieto de Ramón David, Hugo David Peñaranda Peñaranda, hijo de Miguel Ángel y
Edith, instaló inicialmente su consultorio privado de medicina en Ábrego, antes de radicarse en la ciudad de Valledupar. David Peñaranda, también médico, heredó de
su bisabuelo Ramón David y de su padre Hugo David, la ilustre profesión.
Don
Ramón David también fue Alcalde de Ábrego, y después fue lanzado, a petición
del pueblo, como candidato a director del Partido Conservador. Las elecciones se hicieron en una gran
reunión en el parque principal del “Bello valle”, evento al que asistió la
mayoría de los habitantes, a quienes se les preguntó públicamente que a cuál de
los dos candidatos allí presentes quería el que se nombrara para ese cargo
político, y después de que todo el mundo gritó su nombre completo, fue cargado
en hombros en un recorrido por el parque, al ganar las elecciones ante su
contendor don Emilio Arévalo.
Se
caracterizó por ser el jefe político más prestigioso de esa época, destacándose
como un gran presidente del Directorio Municipal Conservador hasta su muerte el
día 23 de mayo de 1960. Su hijo Carmen
Jesús también fue alcalde del bello valle al igual que él y también murió
siendo el presidente del Consejo Municipal de Ábrego. Su nieto Carlos Emiro Barriga Peñaranda fue senador de Colombia por 3 periodos
consecutivos. Hoy por hoy sus nietos y bisnietos continúan
acertando, unos en la medicina, otros en la política, otros como comerciantes y
otros en otras profesiones. José Fernel
Peñaranda Torrado - nieto de Carmen Jesús, el hijo mayor de don Ramón -, es el actual presidente del concejo de Ocaña.
La
pasión de don Ramón era salvar vidas, tratar pacientes con diversas
enfermedades y patologías. Atendía hasta
altas horas de la noche. En Ábrego eran muy comunes los heridos con arma blanca
que quedaban con todos sus intestinos por fuera de la cavidad abdominal. Él los operaba en cualquier momento que lo
llamaran desde las veredas cercanas al pueblo, trasladándose de inmediato en su
caballo, o los que le traían a su casa. Usaba
el éter para anestesiar a sus pacientes no sin antes pegarles un regaño y les
decía: “Te tenés que aguantar, porque si
te vas para Ocaña o para Cúcuta, te morís en el camino, así que vos verés si
querés seguir viviendo”.
Luchó
contra muchas enfermedades mortales de la época, una de ellas fue la difteria o crup, infección aguda causada
por la bacteria denominada Corynebacterium
diphtheriae, una enfermedad que comprometía las vías respiratorias. Logró salvarle la vida a muchas personas de
la provincia. Un caso especial ocurrió cuando
la mujer más esplendorosa y bella de Ábrego en su historia, la hermosa Sita
Peñaranda, “su sobrina”, se contagió con esta bacteria. Don
Ramón, en su afán de no permitir que esa beldad muriera, se comunicó con su
sobrino Zoilo Peñaranda, quien estaba como gerente de los Laboratorios Life de Barranquilla. Desde allá le enviaban los instrumentos
quirúrgicos, los reactivos para los análisis físico-químicos de la orina, los recetarios
membretados con su nombre para las formulas al ilustre doctor y las muestras
gratis de los medicamentos, que él siempre donaba a sus pacientes. Le
solicitó al laboratorio que por favor le enviaran el medicamento que él recetó para
esta enfermedad y lamentablemente aun a Colombia no había llegado, pero le
informaron que en Venezuela ya se encontraba.
Como
Don Ramón era un hombre que aceptaba retos y desafíos, encomendó a su hermano Víctor
Manuel Peñaranda Torrado y a su cuñado Carlos Julio Torrado, para que fueran
hasta Caracas a comprar las medicinas. Ellos llegaron hasta Cúcuta a lomo de mula,
allí compraron un carro y se fueron hasta la capital venezolana, consiguieron
los medicamentos y regresaron nuevamente a Colombia, vendieron el auto que habían
comprado y tomaron nuevamente sus caballos para regresar a Ábrego, el “Bello
valle”, en vista de que aún no había carretera.
Afortunadamente este par de héroes
habían aprendido automovilismo en el primer
carro que llegó a Ábrego, que fue traído por cuatro personas: los tres hermanos Peñaranda, a
saber, don Ramón David, Víctor Manuel, Carlos María, y el señor Florentino
Bacca Lázaro. El auto era un Ford T convertible, color negro
con blanco, con estribos debajo de las puertas, y fue motivo de atracción para los
provincianos y campesinos por mucho tiempo, ya que pagaban 10 centavos para que
se les diera un recorrido alrededor del parque.
Muchas
personas, hasta esposas de médicos famosos de Ocaña, le tenían mucha fe a don
Ramón, como muy cariñosamente le decían. Entre ellas la esposa del doctor Cabrales
quien lo mantuvo como médico de cabecera hasta el día en que él murió. Todo el pueblo le tenía mucha fe, porque él no
solo tuvo que torear la difteria sino también otras enfermedades graves como la
tifoidea, como en el caso de la familia Rizo.
Alcides,
hermano de Graciela Rizo, murió de esa enfermedad: don Ramón lo estaba tratando
pero su familia también había traído a un médico de Ocaña, quien contradiciendo
el tratamiento ofrecido por don Ramón le aplicó un plasma al paciente en su
presencia. Don Ramón que se caracterizó
por tener un temperamento fuerte; se puso bastante molesto y les dijo a todos
los presentes: “Pues yo les digo una cosa:
que cuando ese plasma se acabe, Alcides lamentablemente morirá y si eso pasa a
mí nunca me vuelvan a llamar para atender a un paciente de la familia Rizo”. Dicho y hecho:
al día siguiente, a las cinco de la tarde, cuando empezaba a escucharse el
palmotear de las arepas ocañeras en las cocinas del pueblo, Alcides Rizo falleció por esa enfermedad,
dejando dos hijos pequeños.
La
gente sabía si la enfermedad era grave o leve con solo mirar el gesto del
rostro de don Ramón cuando los examinaba, ya que con su ojo clínico él ya sabía
qué tenía la persona con solo mirarla y posteriormente examinarla. Su esposa Tina siempre le daba gracias a
Dios por ese gran don que le había dado a su esposo. Y como cosas de Dios, a los seis meses,
Graciela, la hermana del difunto, padece de la misma enfermedad de tifo. Ella
no permitió que ningún otro médico se le acercara sino que el único que ella quería
que la atendiera era don Ramón David Peñaranda, y después de tantas suplicas de
ella, de su hija Agripina que era la mejor amiga de Graciela, y de doña Tina,
su esposa, que lo convencieron para que atendiera a la paciente, así fue que se
decidió don Ramón a formularla curándola por completo.
Otros
casos fueron el de la niña Otilia, hija de don Aristóbulo Vergel, la que después de haber sido tratada en Barranquilla,
Bucaramanga y Cúcuta, de una dermatitis crónica y no superada por los médicos
tratantes. Ella le dijo a don Ramón que si él la curaba ella se radicaba
nuevamente en Ábrego. Don Ramón una vez
más logró mostrar su aptitud frente a la medicina al curar de por vida esas
peladuras que invadían el cuerpo de la paciente. Y el otro, cuando Eustasia, la hija de la
señora Prudencia Pérez, padeció de un tumor en el hígado y don Ramón muy estratégica-mente logró extraerlo y salvar su vida.
En
otra ocasión le llega a don Ramón un señor de Cáchira, Norte de Santander,
obsequiándole $200 pesos porque hacía dos
años le había salvado la vida después
de llegar totalmente quemado a causa de un accidente con su camión. Cuando el señor llega a la casa de don Ramón
le dice: “¿Don Ramón, usted se acuerda de
mí?”. Y él se le queda mirando y exclama; “¡La verdad, no me acuerdo haberte visto
nunca, hijo!”. Y el muchacho le
comentó: “Yo soy aquel que trajeron a su
casa envuelto en hojas de plátano, que venía todo quemado”. Don Ramón da un salto y asombrado le dijo: “¡Carajo, no seas tan pendejo, como me vas
a echar ese cuento, si ni siquiera te quedó ni una cicatriz; eso quiere decir
que sí te sirvió el tratamiento y los cuidados que te dispensé”. “Sí señor, y
por eso vengo a pagarle”, expresa el joven. Don
Ramón no quería aceptarle los $200 y afirma: “No seás tan bobo, eso es mucha plata y vos perdíste tu camión”. Pero Rosita, que era solo una adolecente, en su travesura cogió
el dinero y le dijo: “Si él no se los recibe yo sí: es que a mi papá no
le gusta cobrar”.
Hay
muchas anécdotas de las enfermedades que curaba don Ramón, que en su época
fueron contadas por los mismos pacientes y personas mayores que
desafortunadamente ya no nos acompañan.
Después
de un tiempo llega a Ábrego el señor Tomás Eduardo Ripoll desde Barranquilla,
el abuelo de Shakira, la famosa cantante Barranquillera. Él acababa de enviudar de la señora Josefina
Torrado Núñez, nacida en Ábrego, prima hermana de Graciela. El señor Ripoll llegó al pueblo a pedirle a
los padres de Chela, la mano de ella para casarse. Graciela, que ya tenía sus años, no le daba
el sí a Tomas Eduardo, hasta que intervino don Ramón David quien la cogió por
su cuenta y le dijo: “¡No seas tan pendeja!
¿Vos que estás esperando? ¿Que otra se case con él? ¿O es que pensás quedáte pá
vestir santos? ¡Andá más bien y le decís a Agripina que te haga el vestido y te
casas con él ¡No seás tan boba! Y fue así como Graciela Rizo toma su
decisión de casarse con Tomas Eduardo Ripoll y se van a la ciudad de Bogotá
donde murió la primera esposa del novio y luego se radican en la ciudad de
Barranquilla.
Un
día sábado, estando don Ramón haciéndole la campaña política al doctor Lucio
Pabón Núñez, llega el apuesto señor Carlos Emiro Barriga Torrado, un hombre de
negocios que parecía un artista de cine, a decirle a don Ramón que quería
casarse con su hija Rosita, a quien él había visto desempeñándose en la oficina
de correos de Ábrego, haciendo un telegrama en una máquina de escribir. Don Ramón, como para sacarle el quite, le
dijo: “Vea señor, yo ahora estoy muy envolatado
con esto de la política; si quiere venga dentro de ocho días y hablamos“. Efectivamente, Carlos Emiro llegó al
sábado siguiente y le dijo nuevamente que él quería casarse con Rosita. Don Ramón le contesta: “Pero esa pegota no sabe hacer nada, no sabe ni cocinar, ni si quiera
sabe si lo quiere o no lo quiere, y no sé si ella se quiera casar; la que sí
está preparada para casarse es Agripina: esa si sabe coser, sabe hacer de todo”. Emiro inmediatamente exclamó: “No se preocupe, don Ramón, que así es como a
mí me gusta; yo tengo empleada en una casa que compré en Ocaña y ella va a ser
la reina del hogar”. “¿Y eso como para cuándo seria?”, pregunta
don Ramón. “Para dentro de ocho días”, contesta
el apuesto caballero. “¿Ocho días?, no, eso es muy rápido, y yo con
este envolate de la política: deme unas
semanas por lo
menos y le advierto que con eso de fiestas yo no sé nada, encárguese usted
de organizar todo y me pasa la cuenta”, le dice don Ramón. Emiro muy emocionado le contesta: “No se preocupe que yo soy experto en eso”. Y
al cabo de dos meses, con una pomposa fiesta que duró dos días, llenándose la
casa de don Ramón con las familias más prestigiosas de Ocaña y de Abrego, de
donde se escogieron doce parejas de padrinos, se celebró tan majestuoso
matrimonio, dejando a don Ramón sin ganas de volver a hacer una fiesta en su
casa, pues prefirió pagar en el Club Comercio de Ocaña el matrimonio de su otra
hija Agripina. Dominga, la mayor, no le
causó ningún gasto de ese tipo pues nunca se casó y murió siendo virgen
viviendo al lado de Agripina.
Carlos
Emiro ya había tenido seis hijos: Jairo, Miguel, Emiro, Miriam, Luz Enith y
Martha. Cuando se casa con Rosita se radican en Ocaña, en donde tuvieron
ocho hijos, a saber: Jesús David,
Everardo, Carlos Emiro, Mary Torcoroma, Gloria Esperanza, Elizabeth, Pedro Luis
y Magda Rosa. Al nacer su primer hijo
del matrimonio, Jesús David, un hermoso bebe de ojos azules que parecía un Niño
Dios, escogieron como padrinos de bautizo a Tomas Eduardo Ripoll y a Graciela
Rizo, quienes se vinieron desde Barranquilla con su hijo primogénito Carlos
Ripoll Rizo y Nidia, la mamá de Shakira, hija del primer matrimonio de Tomas
Eduardo. Esto es, que Nidia era contemporánea con Rosita. Don Ramón, que siempre estaba pendiente de
todo, le pregunta a la pareja Ripoll que si a su hijo ya lo habían bautizado.
Ellos en coro responden que no y don Ramón les dice: “Pues que sea una sola fiesta: ustedes serán los padrinos de Jesús David
y Rosita y Emiro los padrinos de Carlitos”.
Y
así se encompadraron estas dos parejas, que mantuvieron muy cercanas a sus dos
familias a lo largo de los años.
Graciela, cada vez que quería referirse a don Ramón solía decir: “Desde
que don Ramón
me salvó la vida
se ha convertido en un segundo padre para mí y ha
dirigido mi destino”. Ella enviudó muy joven pero aun así se mantuvo
fiel a Tomás Eduardo y jamás buscó otro hombre; falleció en el año 2012 a sus
85 años de edad, en brazos de su hijo Guillermo en la ciudad de Pereira.
Don
Ramón David también se convirtió en un gran hacendado con tierras heredadas de su
padre Zoilo Domingo Peñaranda, quien fue exportador de quina. Le heredó, entre
esos bienes, el terreno donde está ubicado el actual hospital de Ábrego,
llamado la Inmaculada Concepción, donado éste en el año 1953 por su hija Rosa
María Peñaranda de Barriga, “Rosita”,
como le dicen por cariño.
Tres
años después de haber fallecido don Ramón, Rosita y Emiro se trasladan para Ábrego. Cualquier
día de ese mismo año llega a la casa de Emiro y Rosita el doctor Carlos
Hernández Yaruro, primo hermano de Víctor Yaruro, el esposo de Agripina. El doctor Hernández era en esa época el
director del hospital de Ocaña Emiro Quintero Cañizares. Él les dijo que había conseguido con el gobierno
de Norte de Santander los recursos económicos para la construcción del hospital
de Ábrego y que estaba buscando quien donara un lote. Rosita
de inmediato le dijo: “Yo tengo varias
hectáreas en el Llano del Molino, es parte de la herencia que me dejó papá y
con mucho gusto puedo donar una hectárea para que se construya el hospital allí:
puede escoger uno de los lotes que están más cerquita al pueblo". El
doctor muy agradecido inició su gestión, se protocolizo la escritura de
donación # 132 el 31 de diciembre de 1963, ante el Notario Carlos Tomás Bayona
Contreras y Ciro Alfonso Peñaranda Quintero como personero municipal, quienes
se encargaron de levantar la sucesión con todos los hijos de don Ramón David
Peñaranda Torrado. Don Carlos Emiro
Barriga Torrado, el esposo de Rosita, que era un hombre muy visionario, le tomó
en arriendo a su suegra doña Tina, la viuda de don Ramón, un lote cerca del rio,
donde montó un tejar para fabricar el ladrillo y la teja para la construcción
de tan noble obra: el hospital La Inmaculada Concepción en el municipio de Ábrego,
Norte de Santander.
Don
Ramón acostumbraba a entregar a sus amedieros una casita con su parcela, sus
semillas de cebolla, los venenos para fumigar la cosecha y una yunta de bueyes,
para que tuvieran como sobrevivir; solía decirles: “Ya tenés tu casa, tu tierra y tu semilla para el cultivo: vos verés si
dejás morir de hambre a tu familia; cuando vendás la cosecha, la mitad de la
plata que recojás es para vos, y la otra mitad me la llevás a la casa”. Ellos
no solo llegaban con el dinero sino con bultos de plátano, de yuca, de maíz, y
otros productos, que por no caber en un inmenso cuarto que tenía como despensa
en su casa, su esposa Tina se los regalaba a las familias más humildes del
pueblo.
Con
esa ejemplar, hacendosa y humilde mujer llamada Cupertina Orduz Núñez, descendiente
de la familia del expresidente colombiano Rafael Núñez, de Cartagena, don Ramón
David Peñaranda Torrado tuvo seis hijos:
Carmen, Antonio, Miguel, Dominga, Agripina y Rosa María, los cuales se
encargaron de extender la familia hasta su quinta generación con: 33 nietos, 76
bisnietos, 58 tataranietos, y 4 tras-tataranietos. Su familia
era muy católica; veneraban a la madre de Jesucristo haciendo una fiesta en su
honor todos los 8 de diciembre, con una virgen que mandó a traer su padre Zoilo
Domingo Peñaranda desde España. La mandó a hacer similar a las facciones y a la
estatura de su bella esposa Elda, madre de don Ramón David, y fue bautizada como la Pura y Limpia en su
primera fiesta con una misa solemne a las 9 de la mañana. Todos
los años se celebraba “la fiesta de los Peñaranda”, como se solía decir en esa época;
era amenizada por la orquesta de Rocho; ningún abreguense debía faltar. La
estatua de la virgen siempre se guardaba en la casa paterna de don Ramón David,
la misma que hoy permanece en la capilla de San Antonio, en Ábrego.
La
hermana menor de don Ramón, la “niña Prudencia”, que por no haberse casado, así
le decían por cariño, mandó a hacer el monumento de la Virgen de la Inmaculada
Concepción; la imagen fue traída desde Quito, Ecuador, y este monumento se
encuentra en el barrio San Antonio, desde la época en que fue autorizado por el padre Cristóbal Castro Quintero. El monumento fue
construido con dineros aportados por el municipio y con los que la “niña
Prudencia” recogía organizando obras de
teatro, en un escenario patrocinado por don Ramón David y su hermano Víctor
Manuel. La entrada al espectáculo solo
valía 30 centavos, pero cada aficionado debería llevar su propio taburete para
sentarse. Según el drama a presentar se
organizaba una escenografía, al que le ponían un fondo pintado a mano por don Aurelio
Jiménez; los libretos eran escritos por don Ramón Ballesteros, abreguense,
cantante y actor radicado en México, quien también se encargaba de dirigir las
divertidas escenas presentadas por las hijas de don Ramón, Agripina y Rosita, y
también por sus sobrinas Sita y Georgina, paisanas como las Torrado; también
intervenían en las obras de teatro Mélida
Vergel - abuela de la actual presentadora colombiana Ana Karina Soto - y las
demás Vergeles; también Pedro Elías Torrado y Adonaí, Naguiche y Alfredo
Vergel, así como los demás jóvenes de las familias más destacadas del
pueblo. La mayoría de los vestuarios
eran diseñados por Agripina, la hija de don Ramón - amiga inseparable de
Graciela Rizo - convirtiéndose en la
modista más cotizada del municipio, que confeccionaba solo vestidos de novia,
bordados, y todos los más pomposos requeridos por las damitas de Ábrego. Los
más sencillos se los dejaba a su hermana menor - a la que le llevaba ocho años
de edad - , Rosita, quien se ganó el apodo de “la modista de los pobres”; este apodo se lo puso
con mucho cariño su propia comadre Graciela Rizo de Ripoll.
El talento de Rosita fue patrocinado por su
padre Ramón David. Ocurrió que una vez ella,
su hija consentida, vino a pasar sus vacaciones a Ábrego, siendo estudiante
interna del Colegio La Presentación de Ocaña. Era Rosita una niña de doce años,
cuando tomó por travesura unas mangas de un traje que hacia Agripina, para hacer
con ellas vestidos a sus muñecas. Don
Ramón, al apreciar la riña de sus dos hijas, se fue a un almacén de telas y le compró cinco cortes a
Rosita y le dijo: “Mijita, si usted también
quiere coser, aquí tiene estos cortes de telas, haga con ellos lo que se le
venga a la cabeza”. Allí Rosita se
hizo su primer vestido de color verde; aprendió a coser viendo a su hermana
mayor.
Con
el tiempo Rosita no solo mostró su talento por la costura sino que también por una
infinidad de manualidades entre esas la jardinería. Se
encargaba de mantener el jardín de su
casa lleno de flores, y todos los días ponía un florero en la mesa de centro de la sala, detalle que
extrañaba mucho su padre don Ramón al notar su ausencia ya que ella se casó a los
diecisiete años.
Ella
le colaboraba a don Ramón como auxiliar en las operaciones, aprendiendo muchas
cosas que puso en práctica con su familia y sus vecinos en Ocaña en el barrio
de la urbanización ‘Marina’, sobre todo con la familia Páez. En vista de que la
madre del hogar de los Páez trabajaba en
Caracas, Venezuela, cuando alguno se enfermaba, les recomendaba algunas
medicinas, las cuales se compraban en la farmacia de Chepe Angarita, que
quedaba en la esquina del parque principal de la ciudad. Rosita quiso estudiar enfermería pero su
esposo Emiro era un hombre muy celoso y como ella era muy bonita temía que se
la fueran a robar.
También
Rosita fue practicante como maestra de secundaria, cuando se inició el
bachillerato en el colegio que había en esa época en Ábrego. Quiso ser profesora cuando la solicitaron para
este servicio. El director del colegio,
don José María Peláez, le dijo a don Ramón que Rosita había dictado una clase
de matemáticas muy excelente, que él quería nombrarla como profesora de secundaria. Don Ramón, una vez más con su recelo y
actitud de cascarrabias, le contesta: “Hay
muchas maestras en Ábrego que están muy necesitadas,
ella no necesita nada porque yo todo se lo doy”.
Agripina
se casa con un político ilustre, don Víctor Yaruro, un gran caballero,
personero de Ocaña en aquella época, quien falleció a temprana edad dejándola
viuda con cuatro hijos menores. Agripina se convirtió en una mujer de armas
tomar al lidiar con amedieros en el trabajo del campo, y administrar su
patrimonio, dejando de un lado la hermosa labor de la modistería. También le fue fiel a su esposo y nunca se
volvió a casar. Murió en octubre del año 2012, meses después de haber fallecido
Graciela Rizo. Agripina se fue a
acompañar a su amiga inseparable de soltera.
De
todos los hijos de don Ramón solo queda Rosita para narrarnos estas bellas historias.
A su edad, se mantiene muy joven y vital.
Ella
enviudó a la edad de cuarenta y cinco años, manteniéndole su fidelidad a Carlos
Emiro, quien murió a temprana edad, a los 58 años, tras un error quirúrgico. Se hicieron cargo de la familia sus hijos Carlos, Pedro y Emiro. Éste último, Emiro, hijo
de Carlos Emiro, su esposo, nació antes del matrimonio, por lo que Rosita lo
terminó de criar como hijo suyo.
El
doctor Ramón David Peñaranda Torrado, “papá Moncho” como le decían por cariño
todos sus nietos, falleció después de cumplir 78 años de edad, postrado en una
cama en la que duró sus dos últimos años de vida, sin querer levantarse tras
una depresión que lo invadió hasta su último momento. Desde
su lecho seguía atendiendo a sus compatriotas como líder político, a sus pacientes,
amedieros, empleados y demás personas y familiares que le llegaban hasta su
dormitorio, para solicitar su asesoría, a la que él nunca se negó, pese a su
estado de salud.
Autora:
Gloria Esperanza Barriga Peñaranda
Cúcuta Colombia, publicado el 24 de febrero de 2016-
Agradecimientos.
Doy
mis agradecimientos a los parientes de mi abuelo, doctor Ramón David Peñaranda
Torrado, por el apoyo en la
reconstrucción de su vida y en la narración de su inolvidable historia.
En
especial a:
Señora
Rosa María Peñaranda de Barriga, de Ábrego, hija.
Doctor
Hugo David Peñaranda Peñaranda, de Ábrego, nieto.
Señor
Ciro Peñaranda Quintero, de Ábrego, sobrino.
Licenciado
Rito Felipe Yaruro Peñaranda, de Ábrego, nieto.
Licenciada
Consuelo Yaruro Peñaranda, de Ábrego, nieta.
Señor
Everardo Barriga Peñaranda, de Ábrego, nieto.
Estudiante
de medicina Julián Everardo Barriga Vergel, de Cúcuta, bisnieto.
Ing.
Industrial Karen Julieth Barriga Bohórquez, de Cúcuta, bisnieta.
Compositor
musical Antonio María Peñaranda Torrado, de Ábrego, nieto.
Señorita
Maricela García Peñaranda, de Ábrego, bisnieta.
Señorita
Katerine Contreras Peñaranda, de Ocaña, bisnieta.
Señora
Cecilia Garcia Peñaranda, de Ábrego, bisnieta.
Bibliografías:
Croniquilla –Un apellido que va adelante,
diario La Opinión de Cúcuta, 4 de febrero de 2009, por el doctor Orlando
Clavijo Torrado.
Folletos,
rondas, cuentos y leyendas de Calameo.